Irme tan a prisa me resultó una agonía …
Pedí más tiempo, cuando no me quise ir contigo,
aunque de una dicha plena, decías que me perdía…
“Quiero traerte conmigo”, calidamente sugeriste.
Y mi mente viajó presurosa hacia los años que aún deseaba,
con sus roles y salpicados de gloria.
Insistente, tu invitación persuasiva, el paraíso me ofrecía.
Estar a tu lado evocaba la gloria, sin duda fué una gran tentativa…
Recuerdo la luz en tu semblante y esa juventud que irradiabas,
fué una sensación extraña, una utopía que me asfixiaba.
Conversamos largamente, cenamos bajo la penumbra
de una noche sin estrellas, pero sí cubierta de luna llena.
Y aunque ameno el tiempo transcurría, me sentía inquieta
cuando ese : “ven conmigo”, de tus labios surgía.
Con un latir desenfrenado, en la angustia de que mi “no”,
no fuese escuchado, salió de mis entrañas como una bocanada
de aire candente un grito desesperado:
“Hoy no me quiero morir!!”
Así desperté en medio de una taquicardia,
e inmersa en el sudor que me confirmaba
la treta de no aceptar tal oferta.
Gracias abuelo, te amo con la misma ternura,
pero aunque quisieras compartir tal maravilla,
gracias, pero no!, no me muero todavía!.