“UNA CAMISA ELEGANTE”

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Así fue. El sábado pasado  un grupo de amigas asistieron a un concurrido ancianato de Manizales, dispuestas a ser útiles y serviciales esa mañana. Les asignaron una tarea importante, arreglar “el ropero” –un cuarto enorme, más grande que muchas de las casas que conozco–.
 
Estaban en medio de la tarea, cuando entró una mujer alta, robusta, de cabello corto, vistiendo las mangas de la camisa remangadas  y unas enormes botas negras de plástico –las llamadas pantaneras–. La  señora, era una de las ayudantes del lugar y estaba en el oficio de bañar a los ancianos a esa hora. – Ayúdenme con una camisa elegante – dijo la mujer mientras buscaba en una sección del ropero. Tres de las mujeres que prestaban servicio empezaron a buscar diligentemente una buena opción, pero las prendas que habían encontrado no acertaban.
– Está muy pequeña- respondió la mujer en dos ocasiones.Cuando finalmente encontraron una camisa en buen estado, “elegante” y al parecer de la talla adecuada: “ésta le quedará!”, exclamó la señora.

Era la hora del baño, acaso éste anciano tenía tanta prisa en vestirse?, tenía un encuentro o una cita muy importante como para verse elegante?. Tras encontrar la camisa adecuada, la señora pidió un pantalón. Esa misión fue más fácil y en un par de minutos se completó el ajuar!.
 
-Ojalá le quede ésta ropa- dijo una de las mujeres, agregando una leve sonrisa de satisfacción.
-Sí le quedará”- repuso la ayudante del lugar mientras sacudía la ropa, eliminando el polvo-. Además está muerto– como si la aclaración fuera la salvedad de que el interesado no objetará la elección que hicieron por él–.
 
Así fue. Terminaron escogiendo una modesta  pero “elegante” vestimenta  para un anciano desconocido que cumpliría muy puntual, la última de todas sus citas y compromisos en ésta carne. Llegaría solo sin mucho protocolo, al parecer no habría familiares, ni acompañantes, no habría flores, ni llanto…
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